viernes, 27 de enero de 2017

MUSEO DIOCESANO Y CATEDRALICIO DE VALLADOLID

«Son museos las instituciones de carácter permanente que adquieren, conservan, investigan, comunican y exhiben para fines de estudio, educación y contemplación conjuntos y colecciones de valor histórico, artístico, científico y técnico o de cualquier otra naturaleza cultural» (artículo 59.3, Ley 16/1985).
Por su parte, el artículo 2 del Real Decreto 620/1987, de 10 de abril, por el que se aprueba el Reglamento de Museos de Titularidad Estatal y del Sistema Español de Museos, señala que son funciones de los Museos:
a) La conservación, catalogación, restauración y exhibición ordenada de las colecciones.
b) La investigación en el ámbito de sus colecciones o de su especialidad.
c) La organización periódica de exposiciones científicas y divulgativas acordes con la naturaleza del Museo.
d) La elaboración y publicación de catálogos y monografías de sus fondos.
e) El desarrollo de una actividad didáctica respecto a sus contenidos.
f) Cualquier otra función que en sus normas estatutarias o por disposición legal o reglamentaria se les encomiende.
Esta normativa de carácter nacional se hace necesaria para acercarnos a la realidad del museo como institución cultural, superando antiguas concepciones de sólo un lugar donde se reúnen objetos. El museo, para cumplir este rol en la sociedad, tiene encomendadas unas funciones y unos fines que definen su propia esencia.

El pasado mes de octubre y tras finalizar la exposición temporal Corpus Christi, historia y celebración, se volvía a abrir el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid, con una nueva redistribución de las salas que ha permitido aumentar el número de obras expuestas. 

El Museo abre sus puertas el 2 de julio de 1965, siendo Mons. José García Goldáraz Arzobispo de Valladolid, con la asistencia en su inauguración de D. Gratiniano Nieto (Director General de Bellas Artes), el Capitán General de la VII Región Militar, el Gobernador Civil, el Alcalde de la Ciudad y demás autoridades provinciales y locales, teniendo durante este acto una mención especial a D. Juan José Martín González, que tuvo un papel relevante en este Museo.

Actualmente se puede visitar un total de siete salas más el espacio de la torre, esto es: vestíbulo, capilla de San Llorente (o San Lorenzo), Sala Capitular, Capilla de Santo Tomás, ángulo del claustro, Capilla de San Blas y San Juan Evangelista unido a la torre de la Colegiata y Capilla de Santa Inés.
Hay que reconocer que la presentación de las obras ha mejorado notablemente. Las dimensiones de las salas y la ordenación de las mismas, permite tener una fácil visión global de cada una de ellas e incluso de relación entre algunas de las estancias. Por otro lado, aunque no está marcado, se puede optar perfectamente entre una circulación libre en cada sala o bien lineal, ésta última se puede aplicar a la visita al museo en general. Para esta entrada, se va aplicar una circulación lineal basada en la tradicional fórmula de visita de derecha a izquierda recogida por Mellton (1933) y Shettel (1976), siguiendo el croquis que se adjunta. 


Es acertado también mantener algunas rampas así como la eliminación, en lo posible, de barreras arquitectónicas, favoreciendo su visita a personas con discapacidad.
Cierta mejora en la iluminación se ha experimentado, bien es cierto que las reducidas dimensiones de algunos espacios unido a la distinta naturaleza de los bienes (en especial cuando en un espacio pequeño hay escultura y pintura –ésta ultima de grandes dimensiones-) pueda hacer necesario una reflexión sobre ello para la correcta visualización de las obras.
Se han mantenido algunos paneles explicativos usados en exposiciones temporales, que sirven de complemento idóneo para las obras expuestas; alguno hace referencia -breve- a las sucesivas Colegiatas hasta la Catedral de Juan de Herrera, otros explican datos relativos a las custodias procesionales.

El acceso al Museo se hace por el ábside de la nave del Evangelio. Aquí ya se encuentran notables cambios; uno de ellos es liberar el sepulcro de D. Pedro Ansúrez y favorecer su correcta visión. Además, en este espacio se han dispuesto diversas obras como el Carro Triunfante (Pedro León Sedano, 1793) utilizado para portar la Custodia con el Santísimo Sacramento en la Procesión del Corpus Christi y, en otros tiempos, para procesionar a Nuestra Señora del Sagrario (Patrona del Cabildo Catedralicio) el día de su fiesta, 13 de marzo; una escultura de San Juan Bautista, obra de Juan de Ávila, 1699, procedente del Oratorio de San Felipe Neri; la silla abacial de san Pedro, procedente de la sillería de la antigua Colegiata; una maqueta de la Catedral (siglo XVIII, Manuel Alonso Abril); sobre la puerta de acceso al museo, el arcángel San Miguel; y, por supuesto, no se puede pasar por alto, la magnifica representación de la Crucifixión (Miguel Coxcie).









El vestíbulo, cuenta con los retratos de Diego Valentín Díaz y su esposa, María de la Calzada, realizados por Felipe Gil de Mena, así como un bargueño, dos pinturas que reprsentan floreros (D. Valentín Díaz), y dos pinturas, una con el tema de "Santiago en la Batalla de Clavijo" y otra "La Anunciación".







De allí se accede a la capilla de San Llorente, ya en principio llama la atención su cubierta, compuesta por dos cúpulas mudéjares decoradas con motivos geométricos y heráldicos. En el centro de la estancia encontramos los sepulcros de los Téllez Meneses procedentes del Monasterio de Santa María de Palazuelos (Cabezón de Pisuerga) y, actualmente, “San Gabriel Arcángel” de Gregorio Fernández. Es fácil, y tentador, que la vista se nos vaya a las diversas esculturas que encontramos en la sala, pero conviene detenernos en los sepulcros y las historias que nos cuentan tanto en sus cajas como en sus tapas, temas religiosos o bien de otros de carácter funerario. “San Gabriel” de Gregorio Fernández es una deliciosa escultura de este mensajero.
Si según entramos en la sala, comenzamos el recorrido por la derecha (tendencia habitual en exposiciones) nos encontramos en primer lugar con “Santa María Magdalena” (Pedro de Ávila, 1720, procedente del Oratorio de San Felipe Neri), y que gracias a la restauración a la que ha sido sometida en 2016 ha recuperado la correcta lectura de la obra realzando la belleza de la propia talla. Sigue un busto de “Ecce Homo” de Juan de Juni (c. 1545), procedente de la Cartuja de Aniago;dos arcosolios, uno cobijando a la Virgen de los Remedios (Juan de Anchieta, siglo XVI) y otro a San Pedro Apóstol con San Antonio de Padua de Alejo de Vahía (siglo XV) procedentes de la Iglesia Parroquial de Bolaños de Campos; a continuación y antes del acceso a la Sala Capitular una imagen mutilada de San Roque, donde se pueden ver restos del ángel y el perro, característicos de su iconografía; una vez ya en la sala capitular la estancia aparece rodeada por la sillería del coro de legos de San Benito (Felipe Espinabete), en el centro de la sala, la incomparable escultura de Ecce Homo de Gregorio Fernández, en su testero, el retablo con Cristo Crucificado, rodeado por dos relieves (Asunción y Santiago Apóstol), y cerca la Virgen con el Niño (de la Antigua ¿o de Rocamador?) y un Crucifijo de altar. Destacan en esta sala también diversas pinturas (Asunción y apostolado). Saliendo de la Sala Capitular y regresando a la Capilla de San Llorente (a mano derecha) encontramos un Apóstol sin identificar, obra de Alejo de Vahía, el grupo de la Anunciación y los santos Juanes (Bautista y Evangelista) del mismo autor, así como un San Juan Evangelista de Francisco de Rincón y el grupo procesional de San Martín y el pobre (Gregorio Fernández), titular de la Parroquia homónima de Valladolid.





















Siguiendo este recorrido propuesto para la entrada del blog, accederíamos a la Capilla de Santo Tomás, con un Sagrario y sobre él, Cristo Crucificado y los dos ladrones (Maestro de San Pablo de La Moraleja); la atención se centra a la diferencia entre estos dos últimos personajes y cómo afrontan la muerte, así como lo que les espera tras la misma, el Buen Ladrón (Dimas) que pide a Jesús que se se acuerde de él cuando esté en su Reino y recibe la palabra de su perdón, vemos como un ángel acompaña su alma al Paraíso. Mientras, Gestas, el Mal Ladrón, quien ni pide perdón ni reconoce a Cristo, le espera la condenación eterna representado por ese demonio sobre su cruz. 



Una pequeña imagen de la Virgen con el Niño, da entrada al "Ángulo del Claustro"; allí encontramos en su centro instrumentos musicales (en la misma sala hay un carrillón), un retablo con escenas de la Pasión, presidido por una Asunción, la "Virgen de la Expectación" de Francisco de Sierra, el "Llanto sobre Cristo muerto" (Maestro de San Pablo de la Moraleja), una "Virgen de la Anunciación" (taller de Gil de Siloé) y otras tallas marianas, así como un Crucificado gótico; en el tránsito de regreso a la Capilla de Santo Tomás nos despide esta estancia el "Llanto sobre Cristo muerto" (atribuido a Francisco de la Maza). 















Nuevamente en la Capilla de Santo Tomás encontramos el retablo de San Miguel (Maestro de Osma) procedente de Curiel de Duero y el Retablo de Santa Ana (Maestro de Gamonal) en origen para la Capilla de los Tovar en la Parroquia de Santa María La Antigua (Valladolid), sobre una frontal de azulejería pintada (siglo XVI).








Entramos a la Capilla de San Blas, con una colección de relicarios de distintas formas, bustos de San Zacarías y San Basilio y otros con forma de brazos, procedentes de diversos conventos desamortizados; sigue (en la torre de la colegiata) las andas-templete de Nuestra Señora del Sagrario, junto con cruces procesionales, sacras, una custodia, y otras obras de platería; otra vitrina -al lado- con cálices, portapaces, más obras de platería y también en marfil, que precede a otra representación de "Llanto sobre Cristo muerto", relieve de Alejo de Vahía (c. 1500).






Entrando a la última sala del museo, Capilla de Santa Inés, encontraremos, la singular talla de "Cristo muerto en los brazos de un ángel" pieza anónima del tránsito de los siglos XVI al XVII, procedente del Colegio de Niñas Huérfanas. En el centro el "Cristo del Perdón" (atribuido a Francisco Díaz de Tudanca), procedente en origen de la Iglesia de los Trinitarios Descalzos, luego Parroquia de San Nicolás de Bari, de donde pasó al museo. Primitivamente era una obra de carácter alegórico, sobre el orbe, con las llagas y heridas de la Pasión abiertas, no obstante, una intervención posterior las tapó, tal vez para poder salir en procesión, pues recordemos que durante un tiempo fue procesionada por la Hermandad Penitencial de Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna como “Preparativos para la Flagelación”.




En esta misma sala, el grupo de "El Descendimiento" de Juan Picardo, la "Piedad" atribuida a Simón de Colonia (procedente del Convento de Santa Clara, Valladolid), algunos sepulcros y esculturas góticas en piedra, así como interesantes pinturas como "Verónica y Santa Faz Triplex" de Felipe Gil de Mena, Crucifixión, Ecce Homo, etc.













Regresamos a la Capilla de San Blas, recibiéndonos en el regreso una Custodia neogótica de Granda, del Colegio de Dominicas Francesas; sigue el retablo del Maestro de Portillo, compuesto por tres pinturas, en el centro la Visitación de la Virgen María a Santa Isabel, y a los lados dos evangelistas, San Mateo y San Marcos; diversas esculturas, obras de platería y destacando otro retablo, dedicado al franciscano San Bernardino de Siena










A continuación, la Capilla de Santo Tomás: junto a la presencia de un interesante Sagrario y cruces procesionales, destaca la Custodia procesional de Juan de Arfe, acompañada de los dos ángeles heraldos y un fragmento de la colgadura rica de la catedral, según se expuso en la muestra Corpus Christi, Historia y Celebración.









Y, finalmente, la Capilla de San Llorente, con el enigmático Cristo de la Cepa (del Monasterio de San Benito), el grupo de "San Joaquín y Santa Ana con la Virgen y el Niño" (Maestro de San Pablo de la Moraleja), la "Cabeza de San Juan Bautista" (Juan de Juni, c. 1544), "Santo Entierro" (Isidoro de Villoldo, siglo XVI), "San Lorenzo" (Francisco de Rincón, c. 1600), "Santa Teresa con el Niño Jesús", "Santa Ana Triple o Santa Ana, la Virgen y el Niño", "San Juan de la Cruz", la pareja de bustos del Ecce Homo y la Dolorosa (Pedro de Mena, c. 1673, procedentes de la Iglesia de Santa María del Milagro), el "Ecce Homo" (atribuido a Francisco Alonso de los Ríos, que participó en las procesiones de Semana Santa primero con la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Resucitado, María Santísima de la Alegría y Las Lágrimas de San Pedro y, posteriormente, con la Cofradía de las Siete Palabras) y "San Felipe Neri".























Y, no se puede pasar por alto los diversos crucificados que se encuentran en estas salas:







Para concluir, entre otras cosas, este museo debería trabajar en abrirse a las posibilidades que ofrecen las RRSS, siendo aconsejable que tuviera su web oficial y en constante actualización, así como su presencia en diversas redes sociales.

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